Este hombrecito de 168cm se crió junto a sus ocho hermanos y sus padres en el barrio Les Gerániums, un suburbio parisino. Y aquella infancia tuvo muchas complicaciones.
A los 7 años, recorría las calles en busca de basura para reciclar y así ayudar en la economía de su familia. La pérdida de su padre, a sus 11 años, lo obligó a hacer un esfuerzo mayor para llevar aún más dinero a su hogar. Eligió el fútbol como estilo de vida, aunque en el colegio le recomendaban hacer rugby. Su baja estatura no le facilitó las cosas durante su época como juvenil. Se probó en Rennes, Sochaux y Lorient, pero fue rechazado. “No elegí mi tamaño. Cuando juego, no creo ser más pequeño que otros. Hago lo mejor que puedo”.
Entre los 10 y los 19 años jugó para el club amateur JS Suresnes. En 2011, el Boulogne le abrió las puertas y logró debutar como profesional. El Caen se hizo de sus servicios en 2013. Durante su primer año disputó los 38 partidos de la temporada y consiguió el ascenso a la Ligue 1. Un detalle para contar: iba a los entrenamientos en ¡monopatín! Un día apareció en su camino el Leicester City de Claudio Ranieri. Se coronó campeón de la Premier League siendo una de las claves del título. Su carrera continuó en alza y fue fichado por el poderoso Chelsea, que lo pagó 36 millones de euros. Y claro, no podía ser de otra manera que triunfando.
Ganó FA Cup, Europa League y nuevamente la Premier. El 15 de julio de 2018 tocó el cielo con las manos con Francia y los ojos del mundo se posaron en él. Además, conquistó Europa ganando la Champions League y el mundo saliendo campeón del Mundial de Clubes. Hoy, el gigante N’Golo, celebra sus 31 años y no podemos obviar la frase que le dedicó Ranieri: “El 70% del planeta está cubierto por agua, el resto por Kanté”.
A LA VIDA HAY QUE GANARLE COMO KANTE.